
Es en esta situación cultural y social que en clase, en la postura de alumnos de maestría mis compañeros docentes y yo nos vimos ante una actividad que perfectamente representaba esta complejidad y esta simplificación a la que estamos acostumbrados.
Nuestro facilitador, solicitó dos voluntarios, los colocó frente a nosotros, viéndose frente a frente entre ellos. Y luego se interpuso entre ellos dos y dándole la espalda a uno le presento al otro una hoja en blanco con un punto negro pintado al centro de la misma. Le preguntó: ¿qué es lo que ves? y él maestrante contestó: A usted sosteniendo una hoja blanca con un punto negro en medio.

Todos los observadores estábamos consternados ¿qué era lo que esperaba el profesor de nuestros compañeros? Tras varios intentos más de ambos se terminó el ejercicio.
Yo me quede con varias reflexiones como dejó entrever al inicio de este texto:
1. Las posibilidades de respuesta ante esa pregunta en esa situación son infinitas, porque pueden partir de observaciones de la realidad o de productos de la creatividad y de la imaginación del qué responde; los cuáles sería difícil catalogarlos como errados, puesto que las instrucciones y la pregunta son muy abiertas y dan pauta a múltiples respuestas en las que no hay un límite definido de desde que punto de la realidad o la ficción deben ser formuladas.
2. Como estudiantes y como seres humanos estamos acostumbrados a simplificar la realidad y a crear límites donde quizá no los hay, como en el hecho de que ninguno de nuestros compañeros pensó en hablar de lo que ocurría más allá de la hoja y del profesor cuando sus respuestas partían de la realidad tangible. No sólo veían al profesor, también veían el aula, al compañero (también voluntario) detrás del profesos y a algunos de nosotros que les quedábamos de frente.
3. Estamos acostumbrados a tratar de conseguir nuestros objetivos bajo la ley del mínimo esfuerzo, y es hasta que nos embarga la incertidumbre del error, que comenzamos a esforzarnos. Como ocurrió con nuestros compañeros que comenzaron contestando lo esperado y ante las "oportunidades" del maestro empezaron a buscar "mejores respuestas" aunque en realidad no había posibilidad de "mejores respuestas" todas eran correctas desde el punto de vista de la complejidad.
En fin tras estás reflexiones creo que como docentes debemos preguntarnos hasta que punto limitamos las posibilidades de los alumnos en nuestra aula, en pro del cumplimiento del programa, al poner actividades con reacciones y respuestas esperadas y deducibles; fomentando con esto esa simplicidad de percepción de la realidad que luego impide ver el hecho de la realidad compleja. Y con esto todas las posibilidades creativas y de aprendizaje integral que trae consigo el ampliar nuestra mirada ante la realidad y ante el conocimiento.

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