IHS

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Maestría en Educación Humanista

sábado, 8 de marzo de 2014

Unas palabras sobre el entusiasmo


Cuando algo nos entusiasma de verdad no hay poder en el mundo que nos detenga o que nos haga cambiar de opinión respecto ese algo. Las posibilidades y los medios se ponen ante nosotros como un banquete de caminos por explorar deliciosos y atractivos; donde la angustia de la decisión no nos embarga, puesto que es más fuerte ese espíritu que nos mueve a seguir andando.
Sí no tenemos los recursos para realizar lo que nos entusiasma, encontramos fuerzas y medios para conseguirlos o para generarlos, así de poderoso es el entusiasmo.
¡Qué maravilloso sería un mundo donde todos trabajamos con entusiasmo! Los problemas pesarían menos y nuestros logros serían más ricos para el cuerpo, el alma y el espíritu; sonreiríamos más seguido y sobre todo seríamos más plenos. 
Ahora bien, quizá un mundo donde todos somos entusiastas suena un poco utópico, mas es posible contagiar el entusiasmo por el aprendizaje, en nuestros estudiantes como docentes y en nuestros hijos como padres. 
Algo de lo que me enorgullezco como docente, es que amo mi trabajo y por lo tanto me entusiasma todo el proceso que conlleva el impartir un contenido, desde la planificación de la clase y sus actividades, hasta el acto en escena en el aula con todas las modificaciones que el grupo va haciendo a mi planificación. Esto me estimula constantemente y me motiva a buscar nuevas técnicas y formas de hacer que los estudiantes aprecien la literatura. Cuando tengo uno o dos alumnos en clase que comparten mi entusiasmo, nos motivamos recíprocamente y hacemos de esa sesión significativa para nosotros. Y mi entusiasmo se alimenta y  busco que mis clases sean cada vez más estimulantes. ¡Qué bello círculo vicioso se formaría si la mayoría de los alumnos y el docente estuvieran motivados! ¡Los temas se harían más interesantes, las discusiones más profundas y los corazones de los implicados más dichosos! 

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